En el corazón de Boquete, Chiriquí, se encuentra Finca Lorayne, un proyecto que combina tradición y visión de futuro. Al frente está Elia Lorayne Rosas, productora que creció entre cafetales siguiendo el legado de su abuelo y su padre. Gracias a su formación y experiencia, ha transformado la finca en un referente de excelencia, resiliencia y liderazgo social dentro de la caficultura panameña.
Elia impulsa un modelo que va más allá de la calidad en taza: fomenta la sostenibilidad, la innovación agrícola y la inclusión, generando oportunidades para las mujeres y trabajando de la mano con la comunidad indígena Guaymí. Cada lote de Finca Lorayne representa un café de alta calidad, pero también una historia de compromiso colectivo y equidad en el campo.
El Pacamara es una de las variedades más emblemáticas de Centroamérica y un verdadero icono de la caficultura de especialidad. Su origen se remonta a 1958 en El Salvador, cuando el Instituto Salvadoreño de Investigaciones del Café (ISIC) cruzó dos linajes excepcionales: Pacas (una mutación natural de Bourbon) y Maragogipe (célebre por sus granos de gran tamaño y calidad sensorial).
El resultado fue un híbrido de grano grande, acidez brillante y gran complejidad aromática, que desde los años 80 ha conquistado tanto a productores como a jueces de competencias internacionales. Aunque es una variedad exigente en campo —con bajo rendimiento y susceptibilidad a enfermedades—, cuando se cultiva a gran altitud y con un manejo cuidadoso ofrece tazas excepcionales, con perfiles que pueden ir desde el chocolate y la mantequilla hasta notas frutales cítricas, rojas y de hueso.
Hoy, el Pacamara es considerado una variedad de culto: difícil de producir, pero capaz de entregar experiencias sensoriales únicas e inolvidables.